miércoles, 30 de julio de 2014

 La Mujer Raíz

"Como sucede con todas las semillas, hubo un tiempo en el que la mujer raíz no fue más que un pequeño brote lleno de verdor y vida; sus pequeñas hojas se movían libres y alegres con la canción del viento. Tiempo después y gracias a las caricias del sol y a los golpes de la lluvia la mujer raíz se convirtió en una flor de hermosos pétalos, en sus cabellos estaba impregnado el olor de la tierra tanto como el de las nubes; conforme los años pasaron, la flor se fue convirtiendo en un árbol y aunque su corteza comenzó a volverse dura no lo hizo su corazón, adquirió la sabiduría del roble y el encino, se sabía bella ya no como la semilla, ni como la flor sino bella como solo puede serlo un árbol; y sus ramas crecieron grandes y fuertes y poco a poco fueron retoñando de ella otras semillas y otras flores que con el pasar de los años también se volverían árboles.

Y cuando esto pasó, de esta mujer comenzaron a brotar raíces que envolvieron su cuerpo. Ella miraba asombrada las marcas sobre su corteza y lejos de sentirse triste como el resto de las mujeres, ella sonrió. ¿Quién se atrevería a negar la belleza de su naturaleza? ¿Quién negaría que las marcas forjadas con el tiempo, tanto las dolorosas como las dulces son propias del camino recorrido a lo largo de nuestras vidas? La mujer raíz sabía  que todos por igual llevaban marcas visibles e invisibles y que esas marcas no eran más que un recordatorio de la vida misma…

Nadie juzga a un árbol por su corteza ¿porqué se juzgan los seres humanos por las marcas y cicatrices en su cuerpo?"
                                                                                       
                                             (junio 16, 2014 por Paola Klug)

Todas las experiencias a lo largo de una vida quedan, de alguna manera, grabadas en nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo emocional. Al igual que el árbol no se esfuerza por disimular sus cicatrices, que no son más que las huellas de sus vivencias, buenas y malas, el practicante de Yoga aspira a reconocer estas huellas también en su cuerpo y a conocerse y reconocerse a través de ellas. Éstas nos aportan mucha información de quienes somos y nos conectan con nuestra más profunda esencia. Esto es lo que hacemos en una práctica de Yoga: desarrollar una escucha hacia nuestro propio cuerpo y respiración. 

Cuando de verdad conectamos con nosotros mismos, nos damos cuenta de que ya somos perfectos tal cual somos, de que no hay ninguna aspiración más elevada que la de estar en el aquí y ahora.